Es preciso rechazar, todo lo que no concuerda con los propósitos expresos de Dios, de forma decidida y definitiva. En asunto de tanta trascendencia como es la vida eterna, no podemos andar livianamente al socaire de los hombres mundanos y sus obras. Bastante obra es mantener la relación con el Señor, a pesar de nuestras propias debilidades.
Si no los podemos desechar, al estar constreñidos por fuerzas superiores a las nuestras, es signo de que Dios quiere que seamos nosotros los que nos apartemos diligentemente, de los aparentes bienes que provengan de los hombres extraños a Dios. Ya vimos el ejemplo de Abrahán.
Hemos de ser muy cuidadosos, a la hora de discernir de donde proviene cada don que recibimos, sea de quien sea, y ser capaces por el poder del Espíritu, de apartarlos de nosotros: Aparta mis ojos, que no vean la vanidad. (Salmo 119:37)
Es a veces un trance duro y sin aparente utilidad inmediata, pero solo este método funciona para vivir la comunión con Dios. Y solo este estado del alma es el que permite gozar de forma constante, de la unidad de Cristo y el cristiano, como dijo el mismo Señor en una de sus sublimes afirmaciones de la verdad. Yo en ellos, y tú en mí... (Juan 17:23)
La supersticiosa creencia de que tan solo con la asistencia a la iglesia el domingo, (cosa muy necesaria por cierto y de inmenso valor espiritual) es suficiente para la vida cristiana, hace creer a muchos que la simple y rutinaria asistencia, es un medio prácticamente suficiente para la salvación.
Esto dispensa al ¿cristiano? (según se cree por muchos) de la obligación de permanecer, antes y después del culto, apartado de los muchos desarreglos del sistema, y de introducirse en los medios donde el nombre del Señor no pueda ser magnificado de forma continua.
Por la mañana está calladito en el culto y por la tarde vocifera contra el árbitro en el partido de fútbol. No podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. (1ª Corintios 10:21).
Distracción, elemento, persona, o lugar en donde no se aprecie la presencia y aprobación del Señor, no es terreno adecuado para el creyente, y sí ocasión más que propicia para pecar. Esto sin contar, con que solo entrar en estas situaciones, ya constituye pecado. Si Dios dice que nos apartemos, es muy injuriosa e inútil toda controversia a la palabra de Dios. ¡Apartémonos!
Nuestro Señor Jesucristo, espejo de nuestro andar y nuestro pensar, es modelo, en toda virtud que queramos imitar y desarrollar. Pero en esta exposición, solo acudiremos a unos pocos textos que nos abran el espíritu, para conocer que clase de sujeción inspiraba a Jesús, en relación a su perfecta sujeción al Padre.
Yo no soy del mundo.-
El mundo nada tiene en mí.-
Apartado de los pecadores y hecho mas sublime que los cielos.-
Aparta de mí Satanás, porque no piensas las cosas de Dios.-
Y lo quisieron hacer Rey, y el se apartó de ellos y se fue solo al monte.-
Todavía no ha llegado mi hora.-
No reseñamos textos. Puede buscarlos, si lo desea, el lector interesado.