lunes, 27 de febrero de 2012

APARTA MIS OJOS




Es preciso rechazar, todo lo que no concuerda con los propósitos expresos de Dios, de forma decidida y definitiva. En asunto de tanta trascendencia como es la vida eterna, no podemos andar livianamente al socaire de los hombres mundanos y sus obras. Bastante obra es mantener la relación con el Señor, a pesar de  nuestras propias debilidades.  

Si no los  podemos desechar, al estar constreñidos por fuerzas superiores a las nuestras, es signo de que Dios quiere que seamos nosotros los que nos apartemos diligentemente, de los aparentes bienes que provengan de los hombres extraños a Dios. Ya vimos el ejemplo de Abrahán.

Hemos de ser muy cuidadosos, a la hora de discernir de donde proviene cada don que recibimos, sea de quien sea, y ser capaces por el poder del Espíritu, de apartarlos de nosotros: Aparta mis ojos, que no vean la vanidad. (Salmo 119:37)

Es a veces un trance duro y sin aparente utilidad inmediata, pero solo este método funciona para vivir la comunión con Dios. Y solo este estado del alma es el que permite gozar de forma constante, de la unidad de Cristo y el cristiano, como dijo el mismo Señor en una de sus sublimes afirmaciones de la verdad. Yo en ellos, y tú en mí...  (Juan 17:23)

La supersticiosa creencia de que tan solo con la asistencia a la iglesia el domingo, (cosa muy necesaria por cierto y de inmenso valor espiritual) es suficiente para la vida cristiana, hace creer a muchos que la simple y rutinaria asistencia, es un medio prácticamente suficiente para la salvación.

Esto dispensa al ¿cristiano? (según se cree por muchos) de la obligación de permanecer, antes y después del culto, apartado de los muchos desarreglos del sistema, y de introducirse en los medios donde el nombre del Señor no pueda ser magnificado de forma continua.

Por la mañana está calladito en el culto y por la tarde vocifera contra el árbitro en el partido de fútbol. No podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. (1ª Corintios 10:21).

Distracción, elemento, persona, o lugar en donde no se aprecie la presencia y aprobación del Señor, no es terreno adecuado para el creyente, y sí ocasión más que propicia para pecar. Esto sin contar, con que solo entrar en estas situaciones, ya constituye pecado. Si Dios dice que nos apartemos, es muy injuriosa e inútil toda controversia a la palabra de Dios. ¡Apartémonos!

Nuestro Señor Jesucristo, espejo de nuestro andar y nuestro pensar, es modelo, en toda virtud que queramos imitar y desarrollar. Pero en esta exposición, solo acudiremos a unos pocos textos que nos abran el espíritu, para conocer que clase de sujeción inspiraba a Jesús, en relación a su perfecta sujeción al Padre.

Yo no soy del mundo.-

El mundo nada tiene en mí.-

 Apartado de los pecadores y hecho mas sublime que los cielos.-                       

Aparta de mí Satanás, porque no piensas las cosas de Dios.-

Y lo quisieron hacer Rey, y el se apartó de ellos y se fue solo al monte.-

Todavía no ha llegado mi hora.-

No reseñamos textos. Puede buscarlos, si lo desea, el lector interesado.

EL ERROR DE TODOS LOS SIGLOS


Tal como ocurre hoy, las gentes creían que su forma de pensar y por tanto de vivir, era la que les convenía pues encajaba perfectamente con sus modos de concebir la existencia. Una existencia en realidad plena de incertidumbres y pesares, entregados a sus propios designios.

Había, como ahora, mucha información deforme, mas no conocimiento de la verdad. Aborrecieron la protección de Dios y quedaron despojados de su favor, cuando lo hubieran disfrutado plenamente, mediante la atenta subordinación a sus ordenanzas para vida.

El orgullo de ser autosuficientes, nos lleva a la tan ridícula y nefasta posición de cuestionar continuamente la eficacia de la dirección de Dios. Los resultados son visibles en todo tiempo y lugar. En aquellos antiguos tiempos que hemos descrito someramente, aquellos designios rebeldes a Dios, parecían deseables según el juicio de los hombres.

Ellos comprobaban que el resultado de aquella relación y consecuente mezcla de sangres, era una raza potente de gigantes y caudillos de renombre, que serían vigorosos y capacitados defensores de aquella aparentemente próspera, aunque perversa civilización, con sus esclavos y sus corrupciones. El hombre, paradigma que ha representado Ninrod, era su seguro defensor y apartaban a Dios de sus mentes y su corazón.

Como ahora, aquellos antiguos hombres de renombre representaban en su tiempo la figura del cazador-guerrero que defendía de las fieras, o del caudillo que conquistaba riquezas e impartía su propia forma arbitraria de riqueza y de justicia. O era elegido por hacer exactamente lo que una sociedad cada vez más corrupta le demandaba. De ahí el dicho paradójico: “Soy su líder; tengo que seguirles”.

Aquellas figuras eran consideradas, tal como hoy muchos líderes políticos, como los enérgicos y eficaces defensores de la permanencia del bienestar y el progreso, con la misma falta de visión y resultados que ahora se  manifiesta. Su fuerza y su ingenio eran, a su parecer, suficientes y aquellas gentes se sentían seguras y tranquilas, aunque la maldad rampante se enseñoreaba de todos.

Dios, sin embargo, no lo contemplaba de esta forma. El no mira las cosas y los sucesos como los mira el hombre, ya que como se dice claramente en la profecía: mis pensamientos no son vuestros pensamientos; ni vuestros caminos mis caminos. (Isaías 55:8). Y así dice la Escritura que; vio Dios que la maldad de los hombres era grande en la tierra, y que todo designio del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. (Génesis 6,5).

Un panorama desolador y sin esperanza. Todo estaba perdido. Como ahora, los hombres decían: “Nos hemos dado (a nosotros mismos) una forma de orden o de proyección de nuestras vidas a nuestra manera, con nuestro ingenio y nuestra técnica”.

Hoy se cree que aquellos tiempos eran distintos de los actuales y que la corrupción y maldad era mucho mayor entonces, porque  se  pondera la situación desde el punto de vista de los paganos. Es siempre la misma.

La realidad, es que en todo tiempo, se ha dejado aparte la voluntad de Dios, sustituida por el optimismo y la falsa autosuficiencia suicida de cada generación. La falsa y fragil prosperidad para algunos era, para ellos, la corroboración de que sus extravíos eran convenientes.

domingo, 26 de febrero de 2012

PROMESA FIRME



Tenemos también la palabra profética más segura,
 a la cual también hacéis bien en estar atentos
como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro,
 hasta que el día esclarezca
y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones...
 Nunca la profecía fue traída por voluntad humana,
 sino que los santos hombres de Dios,
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
(2ª Pedro. 1:19) 


Isaac por descuido de sus deberes para con Dios, reaccionó demasiado tarde y esto le supuso la separación de sus dos hijos, muchas tribulaciones en su vejez, y dejar incumplido el mandamiento de Dios.

La alocada aventura de Rebeca y Jacob sustituyendo a Esaú en la bendición, trajo consecuencias que desde luego hubiesen sido muy trágicas de no mediar Dios con su magnánima providencia.

Jacob huyó por temor a la ira de su hermano y Esaú se separó de sus padres, a causa de que las mujeres que tomó de las hijas de Canaán, parecían mal a Isaac su padre.

Para poner a salvo a Jacob de su vengativo hermano le enviaron para otro lugar: dijo Rebeca a Isaac: Fastidio tengo de mi vida, a causa de las hijas de Het. Si Jacob toma mujer de las hijas de Het, como estas, de las hijas de esta tierra, ¿para que quiero la vida? (Génesis 27:46)

Por que había sucedido que cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca. (Génesis 26:34 y 35)

Vemos otra vez a Isaac, el hombre elegido, contrariando los propósitos de Dios y enredándose en aflicciones. También podemos admirar la misericordia de Dios que en sus sobrevenidas amarguras no le desampara, sino que endereza sabia y provechosamente todas sus equivocaciones y las consecuencias de estas. No por méritos de Isaac,  sino por su gran  amor y soberano designio.

La unión de Esaú con las mujeres extrañas, fue motivo de amargura para sus padres de forma tal, que no pudo ya seguir viviendo junto a ellos. Sus mujeres lo separaron de la familia de Dios, y amargaron la vida de sus padres. Esaú se fue con Ismael, que era otro hombre dejado por Dios fuera de la promesa espiritual de Abraham.                  

Como dijimos anteriormente, cuando Abraham volvió del rescate de Lot se le ofreció por el Rey de Sodoma un botín tentador. Abraham, una vez conseguido el objetivo de librar a su pariente Lot, ya no quiso más compromiso con aquel rey.

No aceptó nada de él, aunque era su derecho de aquellos tiempos. Resueltamente dijo: nada tomaré de lo que es tuyo, para que no digas: yo enriquecí a Abrám (Génesis 14:23).

Abrahán, solo quería aceptar lo que Dios le ofreciera por los medios que quisiera, pero no premios debidos a su propio esfuerzo, que le pudieran desligar lo mas mínimo de su dependencia de Dios.

Ningún botín o riqueza ofrecida por el hombre, que él no supiera que era enviada expresamente por Dios, tuvo cabida en la mano ni en el corazón de aquel hombre de Dios.

Así también hoy, y aplicado para el adorador de Dios, no debe haber cosa de valor que no sea de parte expresa de Dios. Lo que  es de Él, no se puede mezclar nunca con los dones de los hombres.

Se impone pues ante todo la dependencia solamente de Dios, y no los agasajos de los hombres, que en en trances y dificultades nos dejan solos y desamparados.

En el mayor infortunio
Pon tu confianza en Dios;
De los hombres solo en uno,
Con gran precaución en dos.

Martín Fierro.

lunes, 20 de febrero de 2012



COMO LA LUCHA DE JACOB

No vamos a profundizar en este rico filón de la vida de Jacob, pues lo que procuramos en este libro es resaltar el principio de separación. Dios se le apareció y le prometió que nunca le abandonaría. En el propósito de Dios, estaba que él fuera bendito en su prole y eso bastaba. Solo haremos hincapié en que mientras se mantuvo con su suegro Labán, no tuvo reposo. Cuando Dios decidió separarlo empezó su prosperidad.

Dios mismo le tuvo que impulsar a que se separara, y puso en Labán y sus hijos mal semblante hacia él, para hacerle salir hacia la tierra de la promesa, en donde tenía que habitar para que se cumpliera el designio de Dios. Miraba también Jacob el semblante de Labán, y veía que ya no era para con él como había sido antes. También Dios dijo a Jacob: Vuélvete a la tierra de tus padres y a tu parentela, y yo estaré contigo. (Génesis 31:2,3) Labán solo le toleró mientras pudo aprovecharse de él. Tal como hacen los mundanos.

La impaciencia nos lleva también a nosotros demasiadas veces a querer hacer por nuestro propio esfuerzo, la obra que Dios realiza en sus tiempos y sazones, y usurpamos la voluntad de Dios. De la misma manera  como Abraham hizo cuando engendró a Ismael, del cual dijo el Señor anticipadamente que no sería el heredero de la promesa, ya que el heredero le vendría indefectiblemente por su mujer, Sara.

Igualmente que Esaú, el joven Ismael fue bendecido, pero la promesa de ser cabeza  del pueblo elegido tenía que ser para quien Dios había decretado, y no por afecto carnal. No tenemos lucha contra carne y sangre. (Efesios 6:12) Y: no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios son nacidos. (Juan 1:13) No hay fuerza humana que pueda sustituir o desviar la obra de Dios aunque muchos lo pretendan desaforadamente.

Ni los que son sus propios hijos, los elegidos y santificados, pueden decidir por sí mismos procurarse su salvación en base a sus méritos o esfuerzos, por muy denodados que sean. Intentar eso es ridículo. Solo Él, que da la vida a quien quiere, puede hacer vivir al hombre muerto en pecados: Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. (Efesios1:4)

¿Hablamos del futuro, y el presente lo vivimos como el mundo nos indique? ¡Nunca! Creemos que la afirmación de Pablo no tiene desperdicio, cuando dice muy valientemente: Sed imitadores de mí, como yo de Cristo. (1ª Corintios 11:1) Y la definitiva y totalmente incuestionable en que venimos insistiendo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. (Efesios 5:1).

Dios solo tiene hijos, no nietos. El que está en Él es hijo, y el que está fuera, queda fuera, sea hijo de bueno o de malo. Eso se comprende muy bien si se pone interés en discernirlo. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá. (Ezequiel 18:4 y concomitantes)

Lo que actualmente ocurre, es que los mismos creyentes se alimentan el domingo en el culto con el sermón para toda la semana, y hasta el próximo no se acuerdan más de las cosas de la fe. No generalizamos, sino que hablamos de lo que abundantemente pasa. Con ello no pretendemos molestar, sino constatar lo que es algo común y cotidiano en demasiadas ocasiones.

sábado, 18 de febrero de 2012

LA IMPACIENCIA Y LA PROMESA


Solo se trata de ser cristiano. No hay que hacer grandes hazañas al estilo del mundo, sino  permanecer en el lugar que Cristo ganó para nosotros. La lealtad al Señor será de sobra correspondida: Nosotros le amamos a él, porque Él nos amó primero. (1ª Juan 4:19). Y nosotros no amamos al cristianismo por sí sino que amamos a Cristo. Lo demás ya es comentario.

Gocémonos pues con Cristo de este prodigioso amor, y no nos sujetemos nunca, bajo ninguna condición a las pretensiones del mundo tan bajas y pasajeras. Y esta es la promesa que El nos hizo: la vida eterna. (1ª Juan  2:25) Solo hemos de creer y esperar. Para el que está en Cristo, y éste es su gozo y su alegría íntima, es camino deseable y fructífero, como decía el poema clásico.
“Mi boca es más pura desde que no canta,
y mis pies llagados, andan más deprisa”.

¡Fácil de decir! (dicen todos los que no se agradan de este estado atento del cristiano), aunque hacerlo ya es otra cosa. Es verdad y no se puede negar que el camino es angosto, a veces largo, y también para muchos, monótono y solitario entre los hombres. Pero si Dios lo ha trazado es por que es el que nos conviene y a Él le agrada. Y a fin de cuentas lo que pretendemos es agradar a Dios. Así decía San Pablo: Sed agradecidos. (Colosenses 3:15) 

Para el tibio o incrédulo, esta exigencia de dedicación y separación es árida y tediosa. No se comprende del todo, aquello que no se ama ardientemente. ¿Y como van a amar lo que no conocen, o no desean conocer? Por eso es que, el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (1ª Corintios 2:14).

Solo la acción de Dios, como vemos en los patriarcas,  profetas y apóstoles, puede hacer la obra de santidad en el hombre, y transformarlo en instrumento útil para su obra. Isaac por causa de su afición a la pitanza que le proporcionaba su hijo mayor Esaú, procedió carnalmente y descuidó su deber de dar su bendición al hijo menor, Jacob, a quien Dios ya había dado la promesa de bendición.

Esto azuzó a Jacob, para que se apresurara a tomarla por sus esfuerzos y astucia. Necia equivocación, pues la bendición era suya por decreto ineluctable de Dios, y nadie podía arrebatársela. Pero él desconfió y quiso granjeársela sin esperar.  Su impaciencia y temor a ser despojado de ella le trajo la separación de sus padres, y la dura enemistad de su hermano.

Y en adelante junto a la bendición de Dios sufrió un sin fin de vicisitudes en las que padeció las consecuencias de su desconfianza impaciente ante la firmeza de la promesa de Dios. No tuvo reposo en toda su vida, hasta que fue tocado en su pierna, y ya no podía andar con la facilidad anterior. Rengo quedó a merced de Dios, y solo cuando quedó debilitada su suficiencia dependió de Dios, y comenzó a gozar de los fueron sus últimos años llenos de bendición. 

domingo, 12 de febrero de 2012

ABRAHÁN NUESTRO PADRE EN FE Y EN OBEDIENCIA

 

Abraham no hizo ni deshizo grandes hazañas, ni su vida terrenal tuvo gran relevancia ante las gentes entre las cuales vivía. Sencillamente fue solo, “Abraham el amigo de Dios”, porque creyó a la promesa. Esta fe le sostuvo toda su vida en presencia del Invisible. A Él solamente edificó altar. A su Dios delante de quien andaba continuamente, y que era  su sola ocupación y su solo destino.


Extranjero era físicamente en la tierra que moraba, y extraño a todos los que en aquella tierra vivían desde muchas generaciones. Como ahora el creyente, conocía que aquellos años de su paso por esta vida, eran solo parte del designio del que, en su tiempo, mostrará las riquezas de su sabiduría y gloria, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron. (2ª Tesalonicenses: 1).


En aquellas vastas extensiones cuando miraba al cielo en la soledad de las noches claras solo podía recordar la palabra de Dios cuando le dijo toda esta tierra te daré a ti y a tu descendencia. Y el magnifico cielo estrellado limpio y sin contaminación veía la promesa de Dios en la multitud de ellas como también podía esperar que como son incontables las estrellas así sería su descendencia.
 
 
Tal práctica animaría nuestros espíritus, muchas veces embotados y obnubilados por 
la sola contemplación de las deleznables obras y locuras humanas. Imitemos a 
Abrahán y digamos como Fray Luis , del que reproducimos las primeras estrofas de su 
maravilloso poema.

“NOCHE SERENA”  
Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado
y miro hacia el suelo,
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,              

  el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente;
la lengua dice al fin con voz doliente:       

  «Morada de grandeza,
templo de claridad y de hermosura:
mi alma que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel, baja, oscura?....   


El Espíritu de Cristo muestra en todo instante y en toda época su guía al creyente. Tanto los patriarcas como nosotros, junto a los profetas y apóstoles, recibimos guía y protección en medio de un mundo hostil. Mundo que acomete a Dios en nuestras personas, pero que siempre es vencido y desarmado por el poder del mismo Espíritu, que no cesa de velar por nosotros.


Y de igual manera el Espíritu ayuda en nuestra debilidad; pues no sabemos que hemos de pedir como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cual es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Romanos 8:26,27)             

El cristiano puede ser que también, como Abraham, se salga algunas veces de la vereda derecha, (por favor, no se tome como invitación) por temor o cualquier otra causa. Pero cuenta incondicionalmente con la misericordia de  Dios, para que esta clemencia le haga volver al camino recto, y participar de la misma camaradería reverente que el gran patriarca disfrutó de Dios.