domingo, 18 de marzo de 2012

CARA A CARA CON DIOS .- LA SOLEDAD



Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad,
y vestidos con la coraza de justicia,
y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
(Efesios 6)

Esas son nuestras armas y no otras, A los que dicen que somos raros, les diremos que esas que cito son nuestras armas. Creo que no hay para hacer ningún reproche, y sí en cambio alabanza y adhesión.

Nuestro grito no es belicoso contra persona alguna, sino apaciguador de almas, aunque constriñe a todos y cada uno de los que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo de corazón y en plena certidumbre de fe.

 Es sin duda la soledad, elegida con propósito, la mejor amiga del creyente y secuela natural si anda rectamente por los caminos del Señor. Reconocemos que la soledad (tal como nosotros la entendemos) no es del agrado del hombre natural, que gusta de relacionarse con la mayor cantidad de gente posible, en el bullicio y la estridencia.

Esto último, significa más posibilidades para el perdido de aprovechar las oportunidades de buscar fortuna, favores, y otras ventajas que se desprenden de tener muchos lugares adonde acudir en caso de necesidad o conveniencia.

Pero no vemos obrar así a Jesús en su vida terrenal. Para que Dios hable a nuestros corazones, desprendámonos de testigos. “Un cara a cara con el Dios todopoderoso, requiere una atención absoluta”. (Notas de un cartujo)

Cualquier otra actitud ante Él, es aborrecible. Dios ama el recogimiento y la atención total, así como nosotros deseamos que Él nos escuche y también poder oírle. ¿Cómo vamos a prestar oídos?

No podemos oír sumergidos en un mundo que es bullicioso y esperpéntico. Clamemos en estas horas cruciales y decisivas, pero escuchemos también a quién queremos, y tanto necesitamos que nos escuche.

Cuando los moabitas y amonitas, sirios, y mucha multitud  en gran número se dirigieron para destruir a Israel, Josafat el rey inclinó su rostro en tierra y oró, recibiendo la promesa de Dios por su fe y su confianza.

El rey no esperó a que se realizaran los prodigios prometidos para salvarles, sino que procedió sin demora, considerando en su confianza que aquello estaba ya hecho (y lo estaba). Sin vacilar, y comprometiendo a todo el pueblo con él como su rey.

Dice así la Escritura, que recomendamos sea leída en todo este capítulo. No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel.

No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Yahvé con vosotros. ¡Oh Judá y Jerusalén! no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Dios estará con vosotros. (2 Crónicas 20:17)

NO SE TRATA DE ACUSAR NI JUZGAR

 

No estoy acusando a nadie por algo que de una u otra forma nos afecta a todos, y por tanto a cualquiera que milite en cualquier iglesia que se llame cristiana. Estamos simplemente llamando a la reflexión sobre este asunto que solapadamente está dañando a las congregaciones con el más claro andar mundano, y esto hasta el punto de hacerlas funcionar en sus actos y teología, al estilo y filosofías del mundo pagano. De ahí el énfasis en el apartamiento.

Si andamos con la vista y la atención puesta en las cosas de nuestro alrededor, siempre andaremos aturdidos, asustados y confundidos. En este estado de Espíritu no es posible levantar la mirada del alma hacia las cosas espirituales, que deben ser nuestro primordial objeto de atención. Aunque a algunos les parezca beatería y me llamen meapilas.

No nos lo permiten los afanes y los acosos de un mundo que, al menor descuido nos aplasta, y después nos deja abandonados en el embarrado camino sin compasión alguna. ¿A quién acudiremos entonces? ¿Es que somos tan fuertes? ¿Tan seguros nos encontramos? ¿No escarmentamos? 

Ahora los cristianos estamos viviendo una era de desprecio, y hasta de hostilidad no disimulada, por parte de quienes conocen que sus hechos y filosofías no son para el cristiano, de cualquier observancia, propias ni naturales. Gobernar, es encauzar las tendencias y ambiciones de los hombres, por cauces de beneficio para toda la humanidad. Nunca el hombre, dejará de tener fe en algo o alguien.

En esta situación, se han propuesto muchas vertientes de acción, por donde hacer resaltar el Espíritu divino y el humano. Creemos sinceramente que solo la demostración de Espíritu y poder, es válida para en estos agitados tiempos poder hacer real en nosotros el dicho de Cristo: que seáis como lumbreras que iluminen toda la casa.

Si los cristianos quieren, pueden hacerlo, pues poder sobra cuando se está bajo el poder del que es toda potencia. Pero hay que someterse a la palabra de Dios, o tendremos que someternos a la palabra de los hombres inicuos. Y esto es ya, una realidad ante nuestros ojos.

El grito de guerra ¡A las armas! hay que realizarlo poniendo cada uno su ser entero en tomar las armas que recomienda el apóstol Pablo a los Hermanos de Éfeso: Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Efesios 6:10 y ss.

sábado, 17 de marzo de 2012

LOBO SE ADENTRA EN EL REDIL



Esperar en la providencia de Dios es un ejercicio del espíritu que poco practicamos en el andar diario, así como en nuestros continuos enfrentamientos con los problemas y conflictos con que nos enfrenta la sociedad en que vivimos.

De ahí que diga la Santa Escritura: Examinaos a vosotros mismos si estáis en al fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos a menos que estéis reprobados? (2ª Corintios 13:5).

Esto ha ocurrido siempre, pero ahora es urgente que hagamos todos, una pausa en el vértigo de nuestras vidas y pensemos reflexiva y sinceramente en el factor que es el principal responsable de la mayor parte de nuestras desgracias.

Comprobaremos de inmediato que es el apego al sistema en que vivimos, ya sea por cobardía o por habernos creado necesidades que realmente no lo son, sino solamente solicitaciones a nuestro prestigio o a nuestro ego.

Hagamos todos sinceramente este ejercicio de lo que es o no es preciso en nuestras vidas, ya sea material o intelectual y nos encontraremos con la mejor de las soluciones; con la paz de Cristo. Esta no es una entelequia, ni un modo de hablar entre cristianos para salir del paso cuando hablamos entre nosotros.

Es una realidad que se hará patente tan pronto como nos concentremos en las cosas de Dios. Cuantas veces nos hemos quejado: ¡Nuestros hijos no nos obedecen!  Y olvidamos olímpicamente que nosotros tampoco hemos obedecido, ni nos dejamos llevar por los suaves y amorosos requerimientos del Padre por el Espíritu Santo.

Es por ello que el apóstol Pablo nos recomienda vivamente: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. (Colosenses 3:1,2) ¡Si es muy simple!

El problema que también tenemos que solucionar no es solo que las iglesias se hayan mezclado con los usos y principios del mundo, es decir, que se contaminen en él. Es que hemos dejado que el mundo se haya introducido de forma más o menos solapada en las iglesias de Cristo. Ya es tal la mezcolanza y el abandono de la pureza de la misión, que se llega a los más extraños contubernios con el mundo para no perder "clientela"

Rechazamos con comprensión y con razón el culto a las posesiones por considerarlo una forma peligrosa de idolatría pero, ¿no estamos nosotros los cristianos en las iglesias (y aquí me refiero a todas) practicando otra especie de “idolatría”, conformándonos con las corrientes de la moda en el pensamiento y práctica de este mundo corrompido?

“La falta del temor de Dios es el principio de toda locura. Donde no reina el temor de Dios, que tiene su lugar exacto en el centro de su amor, el hombre pierde su propia medida; el miedo a los hombres asume el dominio sobre él, llega a la idolatría de la apariencia, y queda abierta la puerta a todo tipo de estupidez”. J. Ratzinger. Gran Verdad.

viernes, 9 de marzo de 2012

DESPRENDIÉNDOSE



Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento;
porque nada hemos traído a este mundo,
y sin duda nada podremos sacar.
Así que, teniendo sustento y abrigo,
 estemos contentos con esto.
(1ª Timoteo 6:6-7-8).   

Sobre este concepto y consecuente praxis que nos hemos propuesto desarrollar brevemente, se contienen muchas preguntas. Algunas de ellas no tendrían que ser explicadas a los creyentes formados, pero el tema lo requiere para todos.

Para unos, como nueva perspectiva, y para otros como recordatorio que les haga superar y salir de las situaciones que someramente hemos expuesto ya. El desprendimiento de todo lo que no glorifique a Dios parece desde nuestro corto punto de vista tan influido por el tráfago mundanal, como muy extremado y pasado de razón.

A fin de cuentas somos seres humanos y tenemos debilidades, viviendo además en un mundo que nos asfixia y entorpece con su estruendo. Precisamente es por este motivo, por lo  que es tan vital para la vida cristiana el apartamiento, que no es precisamente alejamiento, ni desprecio por el que no es tan afortunado como nosotros con la riqueza de nuestra fe.

Si hacemos sincero y riguroso inventario de nuestras actividades y pensamientos diarios, no tardamos en darnos cuenta de la futilidad de la mayoría de nuestros pensares y acciones, y cuantas de ellas son solo producto de reacciones ante el poderosísimo atractivo del mundo que nos rodea.

Y si parece que esta  aseveración es prácticamente una invitación a un monacato y ascetismo a lo moderno, solamente será por que ponderamos muy ligeramente la importancia de la pureza en nuestro andar ante el Señor.

Nadie merece la vida eterna. Esta es por la Gracia de Dios, pues todos somos pecadores. Hacer méritos con un misticismo artificial, o con un ascetismo imposible e inútil para ganar la salvación, es de una torpeza e ignorancia total. Es una grave injuria al sacrificio de Cristo que ya  consumó en la cruz todo lo necesario, y a la misericordia y gracia del Padre que así sabiamente lo determinó.

Pero lo que no podemos obviar, por mucho que nos obstinemos, es la exigencia de “Una vida centrada en Cristo” (A. Ropero) que no debe ser para el cristiano un fastidio innecesario, sino una cruz provechosa, muriendo a todas las tentaciones mundanas.

No está nuestra salvación en nuestras obras, pero ellas dan testimonio bien patente de la veracidad y firmeza de nuestra fe. La fe sin obras es muerta. (Santiago 2:20). No tenemos que hacer obras para salvarnos; hacemos obras porque somos salvos.

Las obras muestran la autenticidad de nuestra fe. ¿No habremos dejado algunos en la puerta de nuestras casas, algún cadáver de alguien al que no hemos querido auxiliar cuando aun tenía vida?

Tenemos que empezar teniendo el valor y la sinceridad de reconocer que nos atrae la comodidad, la buena fama en el mundo y nos decimos ¿por qué no disfrutar las muchas ventajas y seguridades que la vida nos pueda ofrecer? La prosperidad benéfica, solo es legítima si se utiliza sabiamente, por que de otro modo se torna tenazmente pegajosa.

jueves, 8 de marzo de 2012

TEOLOGOS DESPISTADOS



Muchos creen que por pertenecer a una congregación, o acudir a una asamblea, misa, procesiones, etc., y andar en religión con prudencia mundana, ya tienen arreglado el asunto de su vida y su salvación. Ellos lo hacen todo tan bien, que han “merecido” su salvación.

Es una fatal equivocación porque ellos, así como los que antes se llamaban a sí mismos pueblo de Dios, están en la posición que describe Jesús cuando dice: Nunca os conocí. Apartaos de mí hacedores de maldad. (Mateo 7:23). Incómoda y extraviada posición. ¡Cuan deseable es que se hicieran claras las palabras de Jesús a muchos que andan jactándose de religiosos, y caen dentro del grupo de los que no son conocidos por Cristo.

Solo el hombre que cree a Dios vive en la realidad, ya que lo demás es vanidad pasajera e ilusoria, lo que lleva a la infelicidad, a la perpetua frustración y desencanto desesperado que vemos en las gentes de toda clase y condición. En esas condiciones ¿a quién iremos? ¡Solo a Cristo!  Y como insistimos siempre, solo en sus condiciones y no en las nuestras.

¡Como se llena el corazón de gratitud, al comprobar la eficacia y el consuelo de estas palabras de Jesús! No son simple retórica, sino que están respaldadas por el poder del que todo lo puede y jamás nos defrauda. Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mateo 11:29)

¿Que extraña rebelión es esta? Gente que haciendo caso omiso de las declaraciones tan claras del divino maestro, tratan de componer unas extrañas teologías sin base alguna, sino solo porque ellos lo afirman sin saber? Como bien dice el apóstol: desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la Ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman. (1Timoteo 6, 7)

No hay manera de conciliarse con ellos, porque no acceden de ninguna manera a discutir (no disputar) y a escudriñar la Escritura. Solo los pasajes que ellos tuercen, como dice el apóstol Pedro en sus cartas hablando de las epístolas de San Pablo: Entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos o inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. (2ª Pedro 3:16)

Estas personas desprecian altivamente las admoniciones de los veteranos sabios, y nos preguntamos: ¿Es que no quieren o no pueden? ¿O de antemano, conociendo, se niegan a apearse de sus formas de pensar que han incubado largo tiempo, y de las que les cuesta tanto trabajo desprenderse? Esto hace bueno el dicho antiguo:

“O sabe naturaleza, más que supo en otro tiempo,
o tantos que nacen sabios, es por que lo dicen ellos”.

(Lope de Vega)

Nosotros deseamos fervientemente que sea realidad la palabra que dice: Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia viene de Dios. (2ª Corintios 3:4-5). Si estamos dentro de la disciplina de las Escrituras, sujetémonos a ellas y a la natural y no deformada exégesis, que tantos se esfuerzan en sacar del contexto.


LOS ENEMIGOS

No temas fiel cristiano de enemigos
Que Dios te los envía por amarte
Pues no hay mejor maestro; al criticarte,
Reprende y te previene del castigo.

Si quieres que el Señor sea tu testigo
Es bueno que te avise de los males
Si tú no sabes donde están los tales,
Que no te advertirá ningún amigo.

Preciso es pues que el pérfido adversario
Se ocupe en señalarte tus errores
Pues Dios lo constituye en su notario.

Son capa, los amigos, de los vicios;
Los malos son un freno a tus pecados,
Que imputan sin recato ni artificios.

Toma los beneficios
Que te hace el enemigo, al señalarte
Tus faltas, invitándote a salvarte.

domingo, 4 de marzo de 2012

EL MUNDO NO DA MUCHOS GOZOS





En cada uno de ellos, encontraremos amplias fuentes donde beber y deleitarse, solo contemplando reverentemente, el espíritu de consagración total que rebosaba del corazón de Jesús. ¿Por que me buscabais?  ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario  estar?  (Lucas 2:49) Hay que buscar a Jesús, en los asuntos que conciernen a la voluntad del Padre. No lo encontrarás en otro lugar.

Es tan  trascendente y decisivo el apartamiento, que podemos observar en la Santa Escritura, como hombres elegidos para misiones difíciles, muy  especiales y concretas, tan pronto como se distanciaron de Dios para seguir sus erradas inclinaciones, cayeron en las más humillantes situaciones.

Solo salieron de ellas por la misericordia de Dios, mediante el sincero y hasta desgarrado arrepentimiento. Por ello, en la Escritura se consignan tantas caídas que tanto escandalizan hipócritamente a muchos. Son para nuestro ejemplo, y para que no caigamos en semejantes situaciones. Son escritas para nuestra admonición y provecho espiritual.

David, Sansón, Josué, Lot, y tantos otros, tuvieron que hacer frente a desgracias y pérdida de bendiciones ingentes y ciertas que el Señor les prometía tan frecuentemente, tan solo por acercarse a la unión y compañerismo, con aquellos que Dios había ya claramente señalado como sus manifiestos enemigos y causa de pecado.

¿Y que es la Gloria, sino una separación total e irreversible de toda persona o cosa enemigas de Dios? … una gran sima esta puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni pasar de allá pasar acá. (Lucas 16:26). Esta separación no es revocable y eso debe ser sabido claramente por el que  pretende estar en la onda de Dios.

Es una unidad inquebrantable con Él, constituyéndose uno con Cristo, y uno con la bendita majestad del Padre. Desde el principio de la creación del hombre, Dios ha tratado siempre en todos los tiempos, de apartar para sí, un pueblo suyo de su elección y amor.

Comienza por Adán, y le prepara un huerto y un árbol de su exclusivo uso, mandándole estrictamente que no coma del fruto prohibido, del que se tiene que mantener apartado por muy cercano que estuviera de él.

Como niño que no conoce la repercusión de sus actos, así procedió el hombre en el paraíso, y asimismo hace a través de todos los tiempos. Es una maldición terrible, como corresponde a la ofensa de despreciar al que le mantiene y le protege.

Cuando Elías, el gran profeta, le recrimina al Señor que ya no queda más que él de entre los profetas y sacerdotes, Dios le dice escuetamente: He hecho que queden siete mil varones que no han doblado su rodilla ante Baal, ni han besado su frente. (1º Reyes 19:18) es decir, no han participado de usos y pecados de idolatría de los demás. Dios siempre guarda esos siete mil simbólicos, que son la sal y la levadura del mundo, así como los que guardan el testimonio de Jesucristo.