sábado, 24 de septiembre de 2011

VASOS DE BARRO

 

Todos los creyentes, fervorosos o lánguidos, podemos llevar dentro de estos nuestros vasos de barro del hombre natural la llenura del Espíritu, así como todos somos a la vez en el mundo y en la Iglesia trigo y cizaña, barro y salvación, carne y espíritu. Así como sucedía en el caos primigenio, también sobre este caos actual de pensamiento y actitudes anárquicas… el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. (Génesis 1:2). 

La fe del hombre fiel pone a Dios por encima de cualquier cosa, de su propia persona y aún de su propia vida, ya que vida solo hay en Dios que es la Vida absoluta, y el único dispensador de ella. El hombre actual, como antes el antiguo, están bajo maldición hasta que el Espíritu lo elige y moldea, llevándole en total sumisión a la voluntad de Dios.

No existe tal cosa como que el hombre, mediante estudio o predicación, ha decidido dar a Dios una oportunidad. Eso es una desgraciada forma de pensar ignorante y fatua. Es la iniciativa de Dios la que empieza la obra de salvación, la sigue y acaba. Al hombre solo le corresponde mantener la posición por la acción del Espíritu en él. Esa es la gran elección de Dios y también la tuya.

Todo fleco, toda suciedad por pequeña que sea, toda contaminación, han de desaparecer del hombre de Dios. Para él solo hay una palabra que es inerrante, y esta es la palabra de Dios. La única que expresa su pensamiento para nosotros y la única aceptable.

Solo desde ese punto de partida, en perfecta aceptación, es posible al hombre gustar los bienes del mundo venidero, y participar en la paz y la felicidad de Dios desde el momento de su rendición absoluta a Él.          

No es posible para el cristiano, ninguna forma de relación o aceptación de alguna facultad que pueda emanar de unos seres rebeldes. En el plano espiritual, no podemos aceptar lo que Dios mismo ha desechado como inmundo. Los resultados son desastrosos salvo mínimas ocasiones.

Todo conocimiento insumiso, por muy excelente que parezca ser, está contaminado del espíritu de rebeldía. Claramente y con rigor, esta rebeldía proclama en ellos su odio violento y su fatal condenación. Tal como una computadora dotada con excelentes capacidades y programas, pero afectada por el temible virus que estropea, y muchas veces arruina, magníficos trabajos. 

Es incomprensible, que en el rigor de sus desdichas y conociendo a quien pueden acudir a mitigarlas, no acudan a la fuente de refrigerio tan deseado sino que persistiendo en seguir constantemente inmersos en sufrimiento y condenación, la desprecian y atacan. No han sido elegidos ni llamados con el llamamiento celestial. (Hebreos 3:1).

No estoy hablando de excesos y fijaciones que no son motivo de revelación, sino de aquello que la Iglesia ha considerado como revelado. Y desde luego, hay que ser muy respetuoso con la forma en que cada uno enfoca las cuestiones espirituales, y más aun si se trata d percepciones cristianas.

Así, creo que se puede guardar la paz entre los que proclaman a Cristo (a veces estrepitosamente), sean cuales sean las sensibilidades que tenga cada uno sobre este trascendental misterio. Si son o no herejes, es cuestión de que como dice San Pablo: Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. (Romanos 14:15)

viernes, 23 de septiembre de 2011

DESPRECIO HACIA DIOS



             Desde el principio de la lectura de Génesis, ya vemos que las relaciones de los hijos de Dios con los hijos de los hombres tuvieron unas consecuencias desastrosas. La abismal diferencia entre el hijo de la fe y el hijo de la anarquía y rebelión, no tenía y tiene por más que exhibirse y manifestarse, antes o después, y normalmente en todo tiempo.
                            

Hasta en las situaciones más delicadas y comprometidas, en las que el ser humano irredento se siente fracasado e impotente ante fuerzas que lo superan, sigue rebelándose contra Dios.


Su aversión aumenta, en lugar de convertirse en convicción de que, solo mediante la protección de Dios, puede salir de la trampa mortal en que se encuentra inmerso tan frecuentemente. Aun disimulando, es incapaz de soportar su estupor ante la vida, pero su orgullo (herencia del pecado) le impide volverse a la fuente primigenia de felicidad y paz.


Por ello, leemos en el libro de Apocalipsis el verso tan oscuro para tantos y en el cual, sin embargo, se manifiesta con toda claridad cuan grande puede ser la aflicción del hombre y su rebelde actitud ante Dios: Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria. (Apocalipsis 16:9). Blasfeman, sufren indeciblemente, pero no se arrepienten. Su rebeldía es incurable.


El hombre lleva implantado dentro de sí mismo, el principio de su perdición o de su salvación, esperando ese germen el toque del Espíritu Santo. En su interior lleva el antiguo conflicto, el antiguo dilema, la originaria esquizofrenia desde la caída. Por eso puede decir con tan ajustada verdad el profeta: toda mente está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la coronilla no hay en él cosa sana, sino  herida, hinchazón, y podrida llaga. (Isaías 1: 5-6).


Es reconocimiento de la verdad de Dios en su ser más profundo (fue creado a imagen y semejanza de Dios), y por otra parte el embrión de la autosuficiencia.  Su reflexión es: Dios tiene que existir y sabe lo que hace, pero yo quiero experimentar y contrastar este conocimiento, por mi propia mente y mis propios recursos”.


Así cree que acepta a Dios en su pensamiento, pero a la vez procede con rebeldía y desconfianza, tratando de discernir la verdad o falsedad de la instrucción de Dios. El fruto del árbol del conocimiento de la ciencia del bien y del mal es hoy, como en el momento de la caída, la más grande tentación del hombre.

El tratar de filtrar la verdad, por el engañoso cedazo de su conocimiento intelectivo azuzado por sus pasiones, es la perdición total, tanto en este mundo como para el venidero.


Por ello, es tan vital la fe, y tan decisivamente valorada por Dios. Solo por fe hay salvación. Nosotros no tenemos, por nuestro propio poder, caletre alguno para entrar en los misterios sin la oportuna revelación de Dios, es decir, si Dios no lo atrae a sí mismo.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

COMPRENDER; NO JUSTIFICAR



Es obligado reconocer que solo la completa separación del creyente de su relación con el mundo (Cosmos) como nos ejemplarizaba el apóstol Pablo, que estaba crucificado al mundo y el mundo a él, es lo único que agrada a Dios y por tanto la senda estrecha, pero segura, para el cristiano consecuente y maduro.

Vivimos tan envueltos en el torbellino del mundo, que cada vez se nos hace más difícil concentrar nuestra atención en lo que debe ser nuestra primordial ocupación, es decir, buscar en todo momento y lugar, la glorificación del nombre del Señor en nuestra (lo tenemos que reconocer) cada día más difícil senda.

Lamentablemente, nos asemejamos más a Lot que a Abrahán. Acercamos continuamente más y más nuestras tiendas a Sodoma, como vemos que hacía Lot: y habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. (Génesis 13:12).

El “Cosmos” satánico va absorbiendo a la humanidad de forma continuada en perpetua labor de confusión, que solo puede ser vencida por la obediencia incondicional a la palabra esclarecedora de Dios como hacía Abrahán.

Es imposible ignorar estos principios de separación consciente, sin que suframos menoscabo en nuestra condición moral y nuestra relación con Dios, de cuyos mandamientos tan orientadores y tan sobradamente experimentados hacemos dejación con tanta relajación y descuido.

Lot fue atraído irresistiblemente hacia la llanura fácil, fértil y sin complicaciones aparentes, acercándose más y más a donde reinaba el mal según la Escritura: mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Dios en gran manera. (Génesis 13:13). Lot quiso prosperar por su trato con el mundo representado por Sodoma. No abundaremos sobre los resultados de tal conducta sobradamente conocida.

Abrahán, cuando quedó solo en compañía del Señor recibió la promesa, y Dios le dijo: …toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. (Génesis 13:14 y ss). Abrahán recibió la posesión de la tierra por parte del Señor, sin más esfuerzo que permanecer fiel y atento a Dios. Del mismo modo dijo Jesús esta misma idea a los que le aman. Mirad las aves del cielo, no siembran ni hilan y vuestro padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellos? (Mateo 6:26).

Naturalmente no echamos en olvido lo dicho por el apóstol Pablo: Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, con los avaros o con los ladrones, o con los idólatras, pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Mas bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. (1ª Corintios 5, 9-10-11). O las mismas palabras de Cristo en su oración por sus discípulos: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. (Juan 17,15).

En este estado de conocimiento ya deberíamos ser todos “maestros” después de tanto tiempo, y no dar pábulo a disputas inútiles sobre esta materia. Lo que es claro no tiene nada de que discutir, sino solo por los polemistas indoctos.

EL PRINCIPIO DE LA CONTAMINACIÓN.




 

Sucedió, que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres
 escogiendo entre todas.
(Génesis  6:1)

La mezcla de aquello que es de Dios, con lo que es solo propio del ser humano despegado de Él, es una forma de mal extraordinariamente maléfica y peligrosa, que se presta como instrumento de Satanás, para intentar manchar seriamente el testimonio de Cristo en la tierra.

Esta mixtura podría tener la apariencia de algo muy deseable, y en algunos aspectos muy sutiles, concordante con la doctrina cristiana, del amor al prójimo y la concordia.

Puede tomar la forma de una relación indolente para no ser tildados de intransigentes, puritanos o fundamentalistas. O también, por otra parte, la búsqueda de un acercamiento a las gentes tan necesitadas de ser instruidas, informadas y formadas; de unas oportunidades de testificar y dar una oportunidad de cooperación a los que no conocen nuestra forma de entender la vida. Algo que atrajera a las gentes a la vida de Cristo.

En realidad no es posible confiar en que este método tenga eficacia, ya que el mal es más pegadizo que el bien y su influencia es demoledora. Más aun, tratándose de creyentes que tan pronto sufren algunas contradicciones por parte de alguna persona instruida, pero incrédula, vacilan de sus propias convicciones. 

A la luz de la Escritura estas estrategias, por muy cargadas que estén de buena intención, son nefastas, ya que contradicen la palabra de Dios que veda de forma taxativa la asociación,  mezcla, o vivencia con incrédulos. Estos por añadidura, ya sea por ignorancia o por mucha  instrucción, son enemigos declarados de la palabra de Dios en todo aquello que es admonición contra sus vicios o filosofías.

No hay pues ningún provecho para los creyentes alentar relaciones sean de negocio, matrimonio, o relaciones amistosas íntimas y reiteradas con los hijos de este mundo (“κόσμος”) rebelde, que despreció y sigue ignorando a Cristo. O que la verdad de Dios, pueda confundirse con las teologías de un mundo descaradamente pagano.

Ese no es el método de Dios para promover los intereses del Reino, ni de los que han sido llamados para ser sus testigos y luz del Señor en la tierra. La luz ha de ser pura; no convive con tinieblas.

Toda relación que no sea para ayudar a los que se sientan perdidos tiene su límite. Nada es tan importante para que el fin justifique malos medios. Ni aun con la mayor necesidad, se puede ir a lo que hacen otros, para que puedan volver a la verdad.

Meterse en el infierno para sacar a quien no quiere salir es bobada grande. Desde una orilla se puede auxiliar a quien se lo lleva el río, pero si el que auxilia se mete también van los dos por el mismo camino de perdición

lunes, 19 de septiembre de 2011

DIVISIONES O CO-BELIGERANCIA


No trato ni mucho menos de menospreciar a nadie. El espíritu de este libro no lo permitiría. Lo que sí puede suceder, es que las ideas y la forma de expresarlas, ofendan como hoy se dice la sensibilidad del espectador”. Pero no se trata de ofender ni de agradar, sino de expresar ideas y hechos.

La historia respalda el hecho de que las divisiones trajeron malo y bueno. Ahora en la madurez y en el conocimiento de las cosas espirituales, ante el peligro de descristianización galopante, (que hemos permitido todos) hay que cerrar filas ante el enemigo común que mueve y lleva a las masas a su perdición.

Si no conseguimos los cristianos ser aliados en esta lucha, por lo menos seamos co-beligerantes. Porque no tenemos lucha contra carne o contra sangre sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 66:22)

Si usted no se siente afectado por lo que aquí se dice, puede dejar el libro de inmediato. No es para usted. Pero si lo que va leyendo le concierne de alguna manera, lea, piense y, como dice la Santa Escritura:… examinadlo todo, retened lo bueno. (1ª Tesalonicenses 5:21).

Lo que en este libro no sea provechoso, lo dejará de cuenta y quizás no piense más en ello. Pero si usted encuentra muchos puntos con los que está en sintonía, trate de ponderar lo que en él se dice y póngase en marcha, pues como comprobará no está solo en sus reflexiones, aunque en algunos puntos (o muchos) no esté totalmente de acuerdo. Pero eso no es tan malo, si se hace de buena fe.

Se impone en estos tiempos para el cristiano, saber lo que es ser discípulo de Cristo, y conocer también que los cristianos llegan ya en muchos lugares, al punto de que somos estorbos en cualquier sitio y ambiente en el que tengamos que permanecer. Y el discurso de las gentes será siempre el mismo.

Usted está contra nuestra forma de proyectar y realizar las cosas de la vida, así como de nuestra confianza y optimismo. Es una permanente acusación contra nosotros. Vea como muchos correligionarios suyos se portan de forma amable y no nos ofenden, pues se adaptan como buenos ciudadanos a la corriente de la vida”.

“Vamos pues a darles el status de enemigos, y vamos a probarles con  tantos problemas como podamos, (Libro de Sabiduría. Cap. 2) pues observamos que usted es un energúmeno como era ese tal Pablo, tan intransigente y estricto, tanto como fariseo como después al hacerse cristiano.

¿Quien era Jesús para derribar las mesas de los cambistas del Templo, que hacían una excelente labor facilitando los intercambios destinados a la alabanza de Dios?”

Ese juicio por parte del mundo, nos espera a todos los que denunciamos el mal. El mundo (queremos aclarar para los más ignaros, o bisoños en Cristo) es la filosofía de vivir, la forma de ver las cosas tratando de eliminar a Cristo, y la oposición a Dios en cualquier circunstancia.

El mundo trata de destronar a Dios, y entroniza el pensamiento humano que ya está corrompido en extremo. Esto es lo que queremos decir cuando nos referimos a mundo y mundano.

domingo, 18 de septiembre de 2011

PREÁMBULO DEL LIBRO LA LLAMADA DE DIOS





                                                       

 
Anuncio de principio, que estoy a disposición de todos y escribo amando a todos… que os améis unos a otros como yo os he amado. (Juan 13:34) Si he de participar en la resurrección, la quiero también para todos los amigos de Dios, en Cristo, donde quiera que militen. Ese es mi pensamiento, y en él me expreso y actúo.


Vivo en certezas y seguridad, lo cual no obsta para estar también abierto a todas las aportaciones de cualquiera, que serán acogidas con atención y respeto, como yo espero que se reciban las mías.


Mi mayor deseo es que algún creyente que viva descuidado, ponga al leer estas líneas su corazón hacia Cristo, y de lo poco o mucho fructuoso que pueda sacar de este escrito, se aproveche de lo más sano y conveniente en orden a su eterna salvación y a la gloria de Dios.


Sabemos bien que escribir de asuntos estimulantes de nuestros deseos, aunque estos sean de lo peor que reconocemos de nosotros mismos, lo acogeremos con gusto, o a lo sumo con indiferencia. Lo que contraríe nuestras más perversas inclinaciones o nuestros más apegados hábitos siempre nos sienta mal, aunque reconozcamos la justicia en que se fundamentan las admoniciones que se nos hacen.


Este libro está puesto, con sus lapsos incluidos, para no ser del agrado de casi nadie, porque que en él se vierte algo poco optimista desde el punto de vista mundano, y para muchos parecerá innecesariamente agresivo y áspero.

Precisamente para ello se escribe; para que los que no sean interpelados por él lo dejen a las primeras páginas, o para que muchos que lo lean entero, puedan ver confirmadas sus esperanzas de que su fe es compartida por más personas, y que ellos no se encuentran tan equivocados en sus caminos de acercamiento a Dios.


No es fácil escribir reprendiendo, y eso lo vemos en los profetas y en el mismo Jesús, que no gozó precisamente de gran predicamento y valimiento entre su generación más ilustrada. Lo que pide la conveniencia inmediata, es agradar al distinguido público” y decir lo que gusta a todos. Eso es el éxito mundano.


A Jean Calvin, el tan alabado y también denostado reformador, se le reprochó que no escribiese sobre la hermosura de los Alpes, y otros temas para lo que estaba sobradamente preparado y apto. Él escribió por otros móviles distintos a los que mueven a paganos y mundanos. ¿Y que diremos de Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, y tantos otros maravillosos escritores que dedicaron su pluma, solo para la exaltación de los valores espirituales?


Bien es verdad que prácticamente todos padecieron persecución más o menos rigurosa, y posiblemente en algunas facetas de su pensamiento y actividad estuvieran errados. Todo es posible pues  eran seres humanos, como también lo eran los que fueron objeto de sus objeciones o admoniciones.


Lo cierto es que no buscaron triunfar según el siglo, sino que dedicaron el total de sus fuerzas al servicio de la Iglesia cristiana, tal como ellos la concebían, y de fidelidad a los principios primigenios del cristianismo: Al principio no fue así. (Mateo 19:8).