lunes, 28 de noviembre de 2011

EL MUNDO (KOSMOS) Y DIOS


TENTACIÓN DE JESÚS                        Ninrod poderoso cazador

              El mundo aborrece a Cristo. Las predicaciones son un elemento esencial cuando van acompañadas de un testimonio de vidas entregadas a Dios. Eso llega a las gentes, y trae a Cristo a los que se han sentido llamados a otra realidad distinta y más justa que la que está viviendo en su decepción.

Sansón, mientras permaneció con su fuerza dispuesta para su pueblo, fue libre a pesar de su notorio descuido de separarse de entre los filisteos, permaneciendo con ellos. Mientras ocultó su secreto a Dalila conservó su poder. Tan pronto confesó el manantial de su fuerza, fue rápidamente despojado de ella. Dios le había abandonado, y su desesperada acción final le costó la vida.

No somos del mundo, y por tanto no es necesario que andemos envueltos con él. Es por tanto contrario a la conveniente obediencia al mandamiento amoroso del Señor. ¡Cuantas veces vejamos el amor de Dios en la estúpida y perjudicial creencia de que sus mandamientos son fastidiosos, porque nos impiden revolcarnos en el mundo con su carga de inmundicia! Para estar en el “mundo” es preciso saber el precio que hemos de pagar, que peligros podemos correr, y los resultados que podemos espiritualmente obtener.

Como el hijo pródigo, hemos tenido que pasar por  la humillación de guardar cerdos y comer algarrobas, antes de volver al amor del Padre. Y ello si no nos sucede como interpela el apóstol: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno. (2ª Pedro 2:22). Jesús siempre estuvo rodeado de multitudes, y nunca se dejó llevar por opiniones ni acusaciones. Hizo lo que debía que era hacer la voluntad de su Padre. Eso es todo.

A esa forma de andar se nos llama a todos. Pensamos que todavía no podemos formular la reflexión de que Jesús habló cuando dijo… cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: siervos inútiles somos, pues lo que teníamos que hacer, eso hicimos. (Lucas 17:10). ¿Lo hemos hecho? Cada cual que se haga su reflexión.       

El mundo, ignora voluntariamente y con pertinacia las palabras de Cristo tan trascendentes y claras. No dejan lugar a dudas. Nadie va al Padre sino por mí. ¿Está claro? Y más aun, y esto es extremadamente grave: El que no es conmigo contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. (Mateo 12:30). Por ello es tan importante la separación de los hechos y pensamientos del mundo, cuyas gentes tienen tantas formas de filosofía como individuos lo componen.

El mundo es enemigo de Cristo, y quien está con el mundo está contra Cristo. O te apartas del mundo, o eres declarado enemigo de Cristo. Sin más razonamientos; estás contra Él. Y estás desparramando, los dones que te han sido confiados.

Volviendo al principio de lo expuesto. Como ahora, seguramente, habría en aquellos primitivos tiempos que menciona la Escritura, hombres de grandes conocimientos, de grandes cualidades y de mucha más relevancia social que Noé.

Ahora vemos también que los más denodados creyentes que persisten en su pureza frente a la continua tentación de la mezcla con el mundo, no cuentan en las grandes escenas, y son tenidos en nada por esta sociedad corrompida que tanto se jacta de sus realizaciones.

De cualquier manera el hecho cierto es, que en aquella ocasión solo Noé se salvó,  como ahora el que es de Cristo, también por la misma determinación de Dios. Ni la inteligencia, ni la pujanza, ni las grandes obras de los antiguos coetáneos de Noé pudieron salvarles. Solo Noé fue salvo, y también por el poder de Dios, solo los creyentes existentes “en el gran día del Señor” se salvarán y no los grandes de este siglo.


AUDACIA EN LA IGLESIA DE DIOS


El cardenal Ratzinger considerado por el teólogo Hans Küng un “duro” del Vaticano, pero hombre de espiritualidad manifiesta y auténtica en todos sus escritos, dice estas sabias palabras en su viejo libro, “Mirar a Cristo“: “Una sociedad que hace de lo auténticamente humano únicamente un asunto privado, y que se define a sí misma en una total secularización (que por otra parte se hace inevitablemente una pseudoreligión y una nueva totalidad esclava)

Una tal sociedad se hace melancólica por esencia, se convierte en un lugar propicio para la desesperación. Se funda de hecho en una reducción de la verdadera dignidad del hombre”.

“Una sociedad cuyo orden público viene determinado por el agnosticismo no es una sociedad que se ha hecho libre, sino una sociedad desesperada, señalada por la tristeza del hombre que se encuentra huido de Dios, y en contradicción consigo misma”.

“Una Iglesia que no tuviese la valentía de evidenciar el valor, incluso públicamente, de su visión del hombre, habría dejado de ser la sal de la tierra, luz del mundo, ciudad sobre un monte”.

“Y también la Iglesia puede caer en la tristeza metafísica-en la acidia-: un exceso de actividad exterior puede ser un intento lamentable de colmar la íntima miseria y pereza del corazón, que siguen a la falta de fe, de esperanza y de amor a Dios y a su imagen reflejada en el hombre”.

“Y puesto que no se atreve ya a lo auténtico y grande, tiene la necesidad de ocuparse de las cosas penúltimas. Sin embargo ese sentimiento de “demasiado poco” permanece en crecimiento continuo”. Sic, más espaciado (J. Ratzinger).

Ese “demasiado poco”, es lo que sienten muchos que a pesar de su fidelidad, sienten que no están del todo en lo “grande”; este estado de ánimo les produce inquietud. Una inquietud que pone en los corazones el soplo del Espíritu, para que caigamos en la cuenta y rompamos de una vez con la mundanalidad y el descuido espiritual.

El que sí es tocado de la mano de Dios, tal como el Eunuco de la reina Candaces, ese busca la verdad, y no cesará de buscarla hasta que Dios, por el Espíritu de Cristo, se la muestre de alguna manera que en su misericordia provea. Dios no cesa de llamar a aquel que tiene elegido desde la eternidad, y no le dejará huérfano de ocasiones para que se acerque a Él.

La obra es de Dios, y el hombre solo tiene que vivirla y gozarla. Si ama a Dios, le será liviana ocupación y muy deleitosa. Al Eunuco, por orden del Espíritu, se la acabó de mostrar Felipe. (Hechos 8:26 al 40). A Cornelio, fue Pedro el que le  testificó. El Espíritu Santo, fue el que ordenó los pasos de todos al encuentro de la gozosa verdad. (Hechos 10).

Muchos, nos preguntan cuando llana y claramente les exponemos estas consideraciones. ¿Y como se va a cumplir el dicho de Jesús, de que somos “como ciudad edificada sobre un monte” a la vista de todos? ¿Como vamos a evangelizar, si andamos remisos de juntarnos con las gentes del mundo tan necesitadas de conocimiento? Y otras tantas preguntas de este estilo, que aparentemente están cargadas de sentido.

Pero ya hemos dicho, que Jesús puso énfasis en que en el amor y en la unidad en el Espíritu, era donde verían las gentes la autenticidad de los valores cristianos. El dijo que estábamos en el mundo, pero no éramos del mundo: Yo les he dado tu palabra: y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. (Juan 17:14)



miércoles, 23 de noviembre de 2011

HEDONISMO Y CAOS


Ahora todo es relativo, y tan verdad o mentira como otra cosa cualquiera. O como Pilatos, se preguntan ya indiferentes: ¿que es la verdad? Así comienza a actuar el relativismo moderno. La nueva religión, junto al hedonismo y el desprecio a la verdad.

La prosperidad y la paz que debería ser algo aprovechable para una vida piadosa, en la paz y la solidaridad, es usado para los mayores vicios y  degradaciones. La paz no engendra libertad y oportunidad, sino oportunidad para las indecencias más repulsivas de todo género.

Un hedonismo basado en el bienestar y en la superabundancia de información de toda índole, que hace que la paz no sea una  facilidad magnífica para llevar una vida de piedad; por el contrario, es un motivo y ocasión para caer en los más bajos instintos del ser humano, y en las más sofisticadas y al par groseras doctrinas que se puedan imaginar.

La religión sometida a bigardos y gente de toda laya, para llevar a las gentes a los más abyectos actos y pensamientos imaginables. Los deseos de ser, figurar, dinero, poder, etc. priman en la escala de valores de la inmensa mayoría.

Verdaderamente, en el caos del pensamiento mundano, tan nutrido de filosofías contrapuestas, de superstición, ignorancia y altivez, es difícil para el hombre que no ha sido tocado por la unción del Espíritu, dar con la verdad que es manipulada por tantos, y adornada con las  lentejuelas del brillo mundano.

Relativismo, hedonismo, que es búsqueda ansiosa de placer, o indiferencia hacia todo lo que no encaje con nuestra conveniencia del momento. Esto es lo que hoy reina en esta sociedad tan secularizada y ya perdida del todo.

Grandes inteligencias se afanan para dar a todo su pertinente explicación, pero al tratar los temas con la consabida frase, “los tiempos son así”, resulta que solo se trata de decir lo que pasa cada día.

Cualquier persona que lea un periódico o vea la televisión, radio, etc. percibe las sensaciones que se explican tan prolijamente, y que desde la incredulidad no tienen solución. Las tertulias televisivas y radiofónicas tratan todos los asuntos minuciosa y repetidamente de manera que ya nadie está tranquilo, ni disfruta realmente de las prestaciones sociales del Estado porque no saben lo que cuestan. 

No sirve de nada decir que la juventud está malformándose, cuando por el sistema de vida, que tratan tan minuciosamente, saben que no hay medidas para evitarlo. La pobreza, la discriminación, la promiscuidad, la ignorancia, el hedonismo rampante, no se pueden tratar ni disminuir a base de recetas humanas, que no han dejado de demostrar con los hechos que son inútiles, si no contraproducentes.  

Se confeccionan magníficos y enjundiosos tratados, con notas al pie para constatar las buenas fuentes de las que se nutren, pero al final terminan con una constatación común e ineluctable. “Esto no hay quien lo arregle”. Los sistemas han periclitado y fracasado estruendosamente (no se nos niegue por favor), aunque tengan tan abundantes defensores y seguidores de toda condición social, raza o hasta religión.

Una humanidad ansiosa y plena de miedo a todo. Porvenir, situación, satisfacción de sus dudas y meditaciones, todo lleva al hombre a Dios si se detiene algo a pensar. El hombre al desembocar (ineludiblemente) sus pensamientos en Dios, se rebela y no quiere dejarse atrapar por alguien a quien odia mortalmente.

No desea ir a la fuente en donde basar sólidamente sus elucubraciones e inquietudes. Y así, el miedo es una constante en el devenir humano, desembocando en paranoias altamente destructoras,  y en la mayoría de las ocasiones, ridículas.

La Iglesia de Dios tiene que reaccionar y no dejarse aplastar por este caos, aun a costa de que la persecución, la burla y toda clase de males se abatan sobre nosotros. Predicamos a Cristo crucificado y no otra cosa, y no dejamos de esperar en el Cristo resucitado porque ese es nuestro destino eterno. Ser uno con él en la muerte, y uno con él en la resurrección.


sábado, 19 de noviembre de 2011

EL CAMINO Y NO "UN" CAMINO


Solamente permaneciendo en actitud de separación de los valores mundanos, puede el creyente llamar la atención de forma natural, sin estridencias, y hacer de tal manera su conducta tan buena y peculiar, que llame la atención de los paganos e incrédulos, que viven vidas desordenadas y tristes.

¿Que aprovecha estar bien vistos en esta vida por los poderosos y grandes, imitando sus conductas, si no somos ante Dios contados entre sus escogidos? ¿Es que no vemos lo que les pasa también a los grandes de este mundo?

Dios aborrece al que busca la consolación en débiles criaturas, que no tienen poder. El cristiano, como el salmista, clama en todo momento: Como el ciervo brama por la corriente de las aguas, así clama por ti, ¡oh Dios! el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios; del Dios vivo. (Salmo 42:1-2).

Por el contrario, las multitudes corren y se juntan tras las vanidades, tratando con gran esfuerzo de agradarse unos a otros sin conseguir nada más que turbación y hostilidades mutuas. Lo vemos entre religiones, políticos, etc., y como intentan “sacarse las tripas” a base de ignorancia y fanatismo.                         

Evidentemente, si de verdad lo quisieran, las gentes inquietas e instruidas, harían su ejercicio de introspección y buscarían sinceramente la verdad. Verdad que es solo Cristo, que dijo de sí mismo. Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6). Y también: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. (Juan 14:9).

Las tres seguridades tan buscadas y nunca encontradas por el hombre sin Cristo. Un camino seguro, conocer la verdad y no suponerla o confundirse, y vivir para siempre, por cuanto Dios puso en el hombre ansia de inmortalidad. Y Él no defrauda, ni da falsas esperanzas.

El hombre que es sincero, y quiere situarse en esta vida ante la realidad, busca principalmente esas tres grandes afirmaciones que le den ubicación firme ante las contradicciones de la vida. Es difícil, aunque Pablo apóstol tiene una excelente formula para no desfallecer: Echa mano de la vida eterna. (1ª Timoteo 6:12)

Ocioso es decir que solo encuentra la verdad el hombre que la busca, sin querer involucrarse en otras verdades parciales que le desviarían de su objetivo. De estas hay tantas, que ya no se trata de buscar una aguja en un pajar, como se dice por las gentes, sino de encontrar una aguja en un pajar lleno de agujas.

La primera que encuentras entre muchas, (que lo mas probable no es la verdadera) es la que te confunde. Si todavía insistes, encuentras más agujas, y así cuando encuentres varias podrás considerar en tu confusión que no hay una sola aguja verdadera, sino que hay muchas que son a la vez verdaderas y falsas.

O sea, que contienen tanta verdad o mentira como cualquier otra. Y más aún,  haciendo un juego de palabras; que no son “la verdad verdadera”. Mas ajustado todavía, que no hay verdad, por la única razón de que tú no has dado con ella, o la has despreciado si la encuentras.

De ahí el espíritu de anarquía en que se ha transformado el libre examen, que tanto impulsaron y defendieron los reformadores, tanto los que salieron, y los que quedaron en la iglesia medieval y del Renacimiento. Eso se les ha reprochado siempre, sin tener en cuenta que las desviaciones no son responsabilidad de ellos. Tenía que ser así, porque así fueron las circunstancias, en las que no entro hoy.


martes, 8 de noviembre de 2011

HIJOS AMADOS, IMITADORES DE DIOS



Nuestra llamada celestial, nos lleva a tomar en consideración seria y firme todas las llamadas de reprensión que Dios nos envía por medio de su Palabra. El premio supremo es nuestro móvil y meta, y la salvación actúa constantemente en nosotros. Salvación es salud integral de todo nuestro ser, y el mundo es enemigo de nuestra salud y felicidad.

No es en balde que se nos requiere a los creyentes: Sed pues imitadores de Dios como hijos amados. (Efesios 5:1). ¡Imitadores de Dios en su amor y en su misericordia para con nosotros! Para cualquiera (y respetamos el sentir de todos) que mire con ojos obedientes y con amor al Señor, creemos que este y otros requerimientos de semejante valor que aparecen constantemente en la Escritura, son indeclinables, desde nuestra forma de contemplar las manifestaciones de los profetas y apóstoles de Jesucristo.

Si la ley de amor que Dios ha puesto a nuestro alcance, no obra en nuestros corazones, inútilmente nos esforzamos por llevar a los demás a nuestro pensamiento que necesariamente será cambiante al no tener el anclaje del Espíritu Santo. Lógicamente si les vencemos con nuestra palabrería y nuestra prepotencia y posición social solo lograremos rencor y rechazo. A lo sumo una adhesión interesada, y tan falsa como los argumentos que les hemos encajado.

Exponer la verdad, es sentirla en nuestros corazones bien ajustada y llenando hasta rebosar, porque no podemos pretender llevar a otros a donde nosotros no queremos ir. Establecer exigencias a los demás que nosotros no asumimos es falsía, y tarde o temprano es descubierta por todos.

No es ese el método de Jesús, que no trató que nadie se rindiera ante una palabra suya,  que no fuera la absoluta sumisión a su Padre, con indiferencia de las reacciones que tuvieran sus interlocutores, fueran amigos, indiferentes, o enemigos. Nunca dijo algo que Él no hiciera antes y mejor que cualquier otro. La pregunta que hizo a los opositores a su doctrina estremece por lo valerosa y certera: ¿Quien de vosotros me redarguye de pecado?  Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? (Juan 8:46). ¿Podemos decir nosotros algo así?

La ley no queda invalidada, como hemos expuesto anteriormente, sino que cada exigencia de ella es endulzada por Jesús con la miel del amor y la misericordia para con los convictos y confesos. Solo el hombre pertinaz y de espíritu de rebeldía incurable es dejado de la mano de Dios, para el final que ineluctablemente vendrá sobre él.

Para los que se le acercan hay una frase conmovedora de la Escritura: Porque yo se los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Yahvé, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo corazón. Y será hallado por vosotros… (Jeremías 29). Toda una declaración de Dios, el omnipotente, que se abaja a comunicar a los hombres el amor que les tiene.


domingo, 6 de noviembre de 2011

VIVIENDO EL CRISTIANISMO


Simplificando y como texto definitivo que rompe por sí solo la división, la Escritura dice por boca del mismo Jesússi dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, le será hecho por mi padre que está en los cielos. Por que donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Mateo 18:19 y ss.) ¿Lo hemos probado alguna vez? ¿De verdad? ¿Para cosas espirituales o para obtener ventajas terrenales?

Jesús, con su sacrificio es justicia para el hombre, porque este ha transgredido la Ley: Id, pues y aprended lo que significa, misericordia quiero y no sacrificio. Porque yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. (Mateo 9:13)…  ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. (Romanos capítulos 5 y 6). Y este versículo se obvia en casi todas las predicaciones; no sé porqué.

En un antiguo proverbio se decía algo muy sabio. “Los que se pierden son los que desconfían de la misericordia de Dios, o locamente abusan de ella”. Los dos extremos. Y si lo pensamos detenidamente así es. Esto atañe a los dos extremos; los legistas y juzgadores de hermanos, y los que creen o quieren creer que pueden pecar de forma continuada en los mas nefandos pecados, porque al final la Gracia actuará automáticamente y saldrán ilesos.

Recuerdo que de mis amigos más cercanos había cuatro a los que estimaba profundamente. Eran personas atractivas y valiosas, aunque su forma de vivir apoyándose en las ventajas que les proporcionaban esas cualidades humanas, les llevó a la muerte prematura. Los cuatro murieron jóvenes, después de una vida crapulosa y dañina para sus familias y para quienes los tratamos.

Lo que se desprende de esta forma de pensar, lo podemos comprobar en el lamentable modo de vivir en que se hayan inmersos, muchos de los que se llaman cristianos. Nuestra postura es clara y definitiva. Si elegimos en su día (o mejor fuimos elegidos) seguir al Maestro, y nacimos de nuevo, no recibimos del mundo sus pompas y sus obras. Cada cual hará lo que sea su llamada, bien hacia la Luz, o irremisiblemente hacia las tinieblas.

Digamos como el apóstol Pablo cuando cansado y acosado, exclamó con amargura: Pero lejos esté de mí gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por  quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada ni la incircuncisión, sino una nueva creación. 

Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. (Gálatas 6:15-16-17).

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay Ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. (Gálatas 5:22  al 26).

viernes, 4 de noviembre de 2011

¿PATENTE DE CORSO?



La gracia de Dios salva y lleva a sus hijos a la gloria y sanidad, y no da “patente de corso” para pasar por todas las cosas mundanas, sino que, por solo gratitud a nuestro buen y soberano Dios, andemos agradándole siempre. Que fallamos, es patente día a día, y ello nos mantiene en nuestro verdadero sitio, es decir, en el de la humildad.

Nuestras caídas nos avergüenzan, y a la vez nos hace reconocer nuestra impotencia y debilidad, así como nos da a conocer la maravillosa gracia y amor de nuestro Padre celestial, que por el Espíritu Santo acude a fortalecer nuestra debilidad. Es, en resumen y simplificando, saber quien somos nosotros y quién es Él.

La Escritura Santa es toda la Biblia de tapa a tapa. No cabe decir que lo que Dios dispuso hace muchos años ya no tiene valor. Que los profetas, los Salmos, etc., ya no tienen vigencia espiritual para nosotros. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.  (2ª Timoteo 3:16-17).

¿Que Escritura era esta de que Pablo habla, sino la que en aquel tiempo existía? es decir lo que nosotros denominamos hoy, Antiguo Testamento. Ni esta Escritura se entiende plenamente sin los Evangelios, Epístolas, etc., ni estas sin el precedente de lo que los judíos, San Pablo, y el mismo Jesús llamaron sin ambages, La Ley.

Lo que entendemos por Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo, es la misma palabra de Dios cumplida perfectamente, por el único que podía hacerlo: el Hijo de Dios. Cumplida totalmente, no abolida. Perfeccionada y superada, no anulada. Clavada en la cruz, aunque válida para el juicio de Dios contra los sometidos a la Ley.

Ya no aboguemos por una forma perdida de vivir, ni por la transigencia culpable. Llamemos a lo malo, malo y a la luz, luz. La Palabra iluminadora de Dios nos guía a lo largo de nuestro fatigoso caminar por los senderos de esta vida, tan sembrada de obstáculos para todo fiel cristiano. Repetimos; Toda la Palabra: Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera en mi camino. (Salmo 119:105). No cabe duda.

El hecho de que Jesús cambiara el modo de practicar la Pascua, por la mesa cristiana del  Ágape, y sustituyera la sangre de la aspersión por el vino de la concordia y el pan de la solidaria participación, no cambia sino algunas formas, más no el fondo. Su gracia suple toda falta de nuestra humana debilidad, y nos hace partícipes de su presencia por que dijo claramente. He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. (Mateo 28:20) Basten esas promesas, para que todos procuremos ser uno con él y cesen las discordias y divisiones. Dios es un Dios de paz.

jueves, 3 de noviembre de 2011

GRACIA Y LEY



El Rey David era un hombre “según el corazón de Dios”, y en él vemos que su delicia era contemplar la Ley, admirarla, y cumplirla. Era hombre y no podía llevar a cabo sus nobles y fieles aspiraciones para con Dios. Por ello clama. Afligido estoy en gran manera. (Salmo 119). Por eso mismo echaba mano de la misericordia, que era lo que les faltaba a los escribas y los fariseos ante los pecados del pueblo.

Jesús les señaló también a ellos, como infractores que eran, de otros puntos de la Ley, quizás distintos de los del pueblo común, pero no menos dignos de castigo por cuanto eran los encargados -y de ello se jactaban- de conducir al las gentes por los caminos rectos del Señor.

Tanto él como los profetas que le precedieron, daban al Templo el verdadero y grandioso valor de la presencia del nombre de Dios en este, pero avisaron insistentemente que no bastaba con decir: Templo de Dios es este; Templo de Dios es este. (Jeremías 7:4-5-6) y Jesús les aplastó su orgullo diciendo: Vuestra casa os es dejada desierta. (Lucas 13-·5). Como en Silo quedó después de que la presencia del Señor dejó el templo, y aquella casa ya no fue más la casa de Dios sino “vuestra casa”, es decir, la casa de hombre y no habitación de Dios.

No se trata, insisto, en salvarse por el cumplimiento total de la ley; es imposible para el hombre, que a causa de la semilla de la  corrupción en que nace, es impotente por naturaleza para hacer el bien y salvarse por el cumplimiento estricto de una ley. Nadie pudo, y nadie podrá.

Pedro, apóstol, dijo a los que le escuchaban en el concilio de Jerusalén: Ahora pues, ¿Por qué tentáis a Dios poniendo sobre la cerviz de los discípulos, un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos. (Hechos 15:10,11).

Este argumento tan claro, y más aun si se escudriña todo el contexto del capítulo, no es óbice para que sea real y efectiva la instrucción de Pablo que, sin contradecir lo expuesto, sino dándole el sentido y énfasis apropiado, ruega a todos los creyentes: que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional (o de razón). No os conforméis a este siglo sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:1-2).

Es muy fatigoso para el enseñador que en unos lugares tenga que presentar la Gracia contra la tiranía de la Ley, y en otros distintos, aunque del mismo modo, fieles al Señor, tener que defender con denuedo los requerimientos del Evangelio, para una vida santa y grata al Señor que nos dio graciosamente tal salvación.

Y así puede decir el apóstol Pablo a los celosos de la ley, y creyentes en la salvación que es por la sangre de Cristo: ¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? (Hebreos 2:3).

Este constante debate entre las opciones de Gracia y Ley, ya deberían haber sido resueltas de una vez por toda la Iglesia, y dada a conocer a los santos escogidos, para acabar para siempre con estados de ignorancia, angustia, y también hay que decir, de disipación.

Digamos de nuevo que el estar en desacuerdo con buenos y valiosos maestros es indeseable por no decir más; pero cuando estos maestros aparecen a ambos lados de una cuestión, como pasa en la presente discusión nos parece que no cabe la alternativa” (T.S. Chafer). Es penoso discrepar y muchas veces nos salimos de la tan “denostada ortodoxia” por desconocimiento o temeridad. Evitemos estas situaciones.