Desde siempre, ha habido cambios y fluctuaciones en el devenir de la humanidad. Hoy, con unas tecnologías al alcance de muchos (no todos), el hombre ha desarrollado una filosofía del vivir, que choca con la que de niño pude yo vivir en mi tiempo.
La honestidad, el honor, el bien hacer, el mérito del trabajo; todo eso ha sido echado por la borda y destinado a rellenar discursos melifluos o enfáticos, cuando seguidamente se perpetran las más bajas formas de ganarse a la gente, so pretexto de servir a las distintas sensibilidades.
El hombre natural es gobernado por lo que percibe con los sentidos, y elabora con su mente viciada por estos. El hombre de fe, está dirigido siempre por la pura palabra de Dios. Esta es su mayor tesoro y la luz segura que guía sus pasos continuamente a lo largo de su camino hacia su anhelada meta, que es la gloria de Dios. Esta palabra, da luz a su caminar, si bien en las circunstancias actuales que le rodean puedan presentarse tan innumerables obstáculos como realmente se le oponen.
Pero esa fe en la palabra y su mansedumbre al recibirla y ponerla por obra, alumbra abundantemente y no existe temor a equivocarse. ¡Dios es Luz! La promesa es preciosa y sumamente consoladora para todos: el que anduviere por ese camino por torpe que sea, no se extraviará. (Isaías 35:8).
Cuando Dios habló a Noé de un juicio de destrucción, no hubo para él ninguna señal insólita. Todavía, nada se veía que indicara siquiera por indicios visibles, la magnitud del cataclismo que se avecinaba; Noé no esperó a que se produjera señal alguna que diera satisfacción a su vista o a su intelecto deductivo.
Se aplicó con todas sus fuerzas y con todos sus recursos a construir el arca, pese a que todas las circunstancias ponderables por el hombre estaban en contra de la aparentemente insensata labor de construcción.
Pero la fe no cesaba de actuar. Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó. (Génesis 6:22). Como Abraham más tarde, Noé esperó contra toda esperanza y con esa fe condenó al mundo, y libró su casa y su vida.
Sin hacer el menor aprecio a las burlas de sus coterráneos, y apareciendo ante ellos como un loco sin control, se aplicó a obedecer la palabra recibida. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. (1ª Corintios 1:25).
Para Noé y para el creyente hoy y siempre, lo dicho por el Señor determina todo. Un solo verso de la palabra de Dios, es una contestación amplia y definitiva para todos los razonamientos y las especulaciones de la mente humana sobre la materia que trata. Y más aun, de los extravíos de la mente de los paganos.
Así como Abraham tuvo que separarse de Lot, su pariente al que amaba y con el que había convivido tantos años, el creyente ha de separarse también de cuantas personas o cosas le impidan el caminar por el sendero de Vida.
Por aborrecible, considerará todo trato con hombres impíos, si de veras reina en su corazón el sólido amor a Jesús y a sus bellísimas y provechosas palabras y obras.
Abrahán se sostenía en su libertad y se pudo permitir, en la confianza de Dios, rechazar los dones que se le ofrecieron. Él confiaba en Dios y lo demás era cosa secundaria. Tuvo grandes riquezas para aquel tiempo y pudo también salvar a su pariente Lot, que se había extraviado tras la prosperidad y molicie mundana, que apetecía de los paganos que habitaban en las ciudades de la fértil llanura.